Para cambiar «todo»
La supuesta crisis económica ha sido la excusa. Excusa para el empeoramiento de las condiciones laborales de los trabajadores asalariados y los autónomos, que tienen que pagar más impuestos que la gran empresa. Excusa para privatizar sanidad y educación, es decir, recursos generados por todos convertidos en negocio de los de siempre. Excusa para la privatización de los recursos naturales. Excusa para la aceptación de unas condiciones de vida cada vez peores y un largo etcétera. A este panorama se suma la vinculación de los partidos políticos con tramas corruptas, el rescate a la banca mientras ésta se apropia de las viviendas de los trabajadores vía desahucio, las contaminaciones y manipulaciones informativas…
Como respuesta a tanto abuso asistimos a un incipiente auge de la toma de conciencia y movilización social que culminó en 2011 con el llamado movimiento 15M. El descrédito de la vía política era más alto que nunca y se daban procesos de autoorganización, aun con sus errores, de manera generalizada.
Ante esto nos encontramos con una doble respuesta. Por un lado, el aumento del aparato represivo debido a la creciente respuesta en la calle. Ley Mordaza, ley de seguridad privada, censura y falta de libertad de expresión. Y por otro lado, estamos tristemente comprobando que algunos sectores vienen en rescate del statu quo, sacando la lucha de la calle y los puestos de trabajo para llevarla al parlamento. Y otra vez de vuelta al espejismo electoralista. Y es que las corruptelas y el descrédito de los partidos políticos lo han puesto fácil para la aparición de nuevas formaciones políticas. El mayor problema no es ya que se vote o se deje de votar, sino que han captado a personas que antes participacban en luchas concretas y creaban organización (contra los desahucios, en diversos conflictos…) y que han dejado de lado la lucha real para reaparecer en la pelea electoralista.
Como se oye decir que el problema es la corrupción, nos conformamos con cambiar de políticos, pero el problema es el sistema político en sí. No se trata de administrar la desigualdad, ni de tornar a los opresores en oprimidos y a los oprimidos en opresores, ni de estabilizar la economía por medio de la reforma, ni de exigir inocentemente derechos o gobernantes más legítimos.
El problema no es que estén funcionando mal, sino que están funcionando. Y para ilustrarlo ponemos este ejemplo: ¿cuáles son los indicios de que estás en una relación abusiva? El abusador puede intentar controlar tu comportamiento o decirte qué pensar, impedir o regular tu acceso a recursos, utilizar amenazas o violencia contra tí, o mantenerte en una posición de dependencia bajo una vigilancia constante. Esto describe el comportamiento de abusadores individuales pero lo mismo puede aplicarse a las instituciones que gobiernan la sociedad. Prácticamente todas ellas se basan en la idea de que los seres humanos necesitan ser vigilados, controlados, administrados. Mientras más grandes sean los desequilibrios que se nos imponen, más control se necesita para preservarlos.
No los necesitamos, de ninguna manera nos representa el político o sus instituciones, pues éstas suponen la imposición de nuestras limitaciones. Sin los límites que actualmente nos marcan, podríamos reconstruir la organización de la sociedad, la economía y nuestras relaciones en base a la libre asociación y al apoyo mutuo.
Desde arriba se nos inculca que “tus derechos terminan donde empiezan los derechos del otro”. Pero la libertad no es una pequeña burbuja de derechos personales. No somos individuos separados. El sistema que todos los demás aceptan es aquel bajo el cual tú tienes que vivir, pero cuando otros lo desafían, tú también obtienes una oportunidad para renegociar tu realidad. Tu libertad empieza donde empieza la mía, y termina, donde termina la mía. La libertad no es una posesión ni una propiedad, es una relación. No se trata de protegernos del mundo exterior, sino de entrelazarnos de una forma que maximice las posibilidades. Las cosas que te gustaría cambiar, ¿crees que puedes hacerlas solo? Aquí es donde entra la necesidad de organización. Y no se trata sólo de grandes ideales u objetivos lejanos, sino de nuestros problemas del día a día. En la CNT, tenemos la organización que necesitamos y, en estos momentos de auge de la vía política, es esto lo que debemos transmitir.
PD: Este editorial está inspirado y ha tomado fragmentos del folleto «Para cambiar todo».
Llamamiento originario completo: