El Patriarcado mata. El Capitalismo remata.
El día 8 de Marzo se celebra el día de la mujer trabajadora, un día histórico que reivindica la lucha de las mujeres trabajadoras en favor de la igualdad y la justicia social, algo que es tan importante reivindicar hoy como lo fue hace ya más de 150 años, cuando las mujeres trabajadoras de las fábricas textiles de Nueva York organizaban huelgas reivindicando subidas salariales y eran represaliadas por la policía. En Cataluña, durante las primeras décadas del siglo XX, la precarización de la industria textil sacó a las obreras a la calle. O como las trabajadoras de las fábricas de fósforos, en Londres, que luchaban contra jornadas interminables de trabajo, éstas y muchas más, son luchas que se han extendido y han continuado hasta nuestros días, momento en que la explotación de la mujer continua a la orden del día.
Actualmente siguen siendo muchas las asignaturas pendientes para que la mitad del género humano deje de estar en situación de vulnerabilidad frente a la otra mitad, y donde mejor se ve reflejada esa desigualdad es en el mundo del trabajo. Las empresas son un reflejo de la sociedad patriarcal, menosprecian a las mujeres y eso se evidencia en la discriminación que sufren tanto en el acceso a la promoción como en salario. Durante el pasado año, la brecha salarial entre hombres y mujeres fue del 9,4% en España, y en el conjunto de la Unión Europea las mujeres cobran un 13% menos por hora trabajada que los hombres, lo que equivale aproximadamente a un mes y medio de salario al año. Lo mismo ocurre con las posibilidades de encontrar empleo: en el último trimestre de 2022 aumentó la cifra de paradas en España, situándose la tasa de paro entre las mujeres en un 4% superior a la de los hombres, y en el caso de las mujeres trans, alcanzando la inaceptable cifra del 80%
Otro problema al que se enfrentan las mujeres en el trabajo es el del acoso sexual. Da igual que venga de un jefe, compañero de trabajo o un cliente. Todo esto trae consigo tanto problemas psicológicos como un clima laboral en el que la víctima se ve forzada o bien a ceder a costa de su propia salud o bien a abandonar su trabajo, con la consiguiente repercusión en su vida laboral, económica y social.
Entre las mujeres de clase trabajadora no hay muchas más opciones. O te sometes a un mercado laboral al que no le importan ni tus derechos ni tu dignidad, o te quedas sin poder pagar facturas. Hay que conciliar la vida entre un trabajo que te explota y te desprecia, y un tiempo que no tienes, pero que te obliga a estar siempre disponible para las necesidades de quienes te rodean, con lo cual, las jornadas son dobles, las de dentro y las de fuera de casa. En los cuidados hay una responsabilidad que mayoritariamente recae siempre en las mujeres. Esta es una realidad que repercute directamente en los problemas que hemos señalado anteriormente: incapacitan a las mujeres para salir al mercado laboral y le impiden el acceso a una buena formación que les permita acceder a un mejor puesto de trabajo bien remunerado. Es un círculo vicioso del que solo podemos salir rompiendo con este modelo de sociedad patriarcal y capitalista que promueve las clases sociales y el injusto reparto de la riqueza. Por esa razón es importante desarrollar un discurso que rompa con las desigualdades de género, pero también con las desigualdades de clase social.
Desde el feminismo burgués se reivindica una igualdad que permita a mujeres alcanzar el mismo nivel y estatus social que los hombres que manejan el poder, dirigir empresas y ponerse al frente de las instituciones que el Estado utiliza para reprimir y someter a la mayoría de la población. Somos trabajadoras y pobres y desde el anarcofeminismo no buscamos equipararnos a los hombres en el ejercicio del poder, ni pretendemos dirigir las empresas del modelo productivo capitalista, ni vestir uniformes con los que reprimir, castigar y encerrar a aquellas personas que quedan fuera de los márgenes de la ley. No queremos tener nada que ver con el Estado porque son sus instituciones las que nos han estado sometiendo desde hace centenares de años. Este 2023 volvemos a reivindicar el 8M como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Rechazamos todos aquellos discursos esgrimidos desde sindicatos, partidos políticos y otras organizaciones, que bajo la falacia de la “pluralidad” ocultan el adjetivo “trabajadora” y homenajean con paternalismo a las mujeres por ser mujeres. De este modo, dichos voceros del poder eliminan el componente de clase social de esta jornada reivindicativa tan importante que, precisamente, se origina a raíz de las luchas de mujeres de clase obrera. He ahí la estrategia burguesa: no nombrar los episodios históricos los vuelve transparentes, como si jamás hubieran existido, entre la desmemoria y el revisionismo. Contra el olvido de nuestras referentes, las que nos antecedieron en la lucha, nosotras alzamos nuestra voz. Mujeres trabajadoras, mujeres en lucha.
Es delirante reivindicar la igualdad entre hombres y mujeres y no cuestionarse las evidentes diferencias sociales y económicas que existen entre una empresaria y sus trabajadoras, entre exitosas mujeres de negocios y sus empleadas domésticas, entre las que tienen la oportunidad de acceder a puestos de trabajo que les permitan alcanzar un buen nivel de vida y las que acaban en garras de la precariedad, con trabajos en el campo o en la hostelería, o directamente excluidas y criminalizadas como mujeres trans o las mujeres racializadas. No queremos igualdad de oportunidades para competir con los hombres en su podrido y obsoleto sistema patriarcal capitalista, simplemente queremos destruirlo para poder construir un modelo basado en la igualdad, la justicia social y en un justo reparto del trabajo y la riqueza.